A un año del sismo: falta de escuelas favorece deserción

Unicef reprueba la lentitud con la que se reconstruyen escuelas dañadas.

La lenta reconstrucción de los colegios mexicanos afectados por los sismos de septiembre de 2017 hace que muchos alumnos todavía asistan a clase apenas unos días por semana, lo que favorece la deserción escolar, según un informe publicado el miércoles por Unicef.

En su reporte sobre la situación humanitaria de la infancia y la adolescencia a un año de los terremotos del 7 y el 19 de septiembre, la organización destaca la pervivencia de aquellas aulas temporales que se crearon para dar refugio a los niños y niñas hasta que la reconstrucción de sus escuelas estuviera terminada.

"Los niños y niñas cuyas escuelas fueron dañadas asisten menos horas a clase (de dos a tres horas al día) y suelen asistir sólo dos o tres días a la semana", apunta Unicef.

Entre los factores que favorecen estas jornadas lectivas más cortas están el calor que se acumula dentro de las carpas montadas para impartir las clases, la falta de instalaciones sanitarias y la escasez de agua potable.

Los datos de cuántas escuelas quedan por reconstruir o de reforzar de las 19,784 que fueron dañadas por los sismos son inciertos.

De acuerdo con cifras recabadas por Unicef, en los estados de Chiapas y Oaxaca -dos de los más perjudicados por los sismos y con los más altos niveles de pobreza del país- hay unas 1,567 escuelas cuyas obras no han empezado por falta de fondos.

Según otras fuentes consultadas, hasta el mes de junio había 2,916 planteles en todo el país que todavía no habían sido atendidos.

Christian Skoog, representante de Unicef en México, afirma que "el riesgo es que (los niños, niñas y adolescentes) no vuelvan a la escuela, porque han perdido mucho tiempo o han encontrado un trabajo".

La deserción escolar afecta especialmente a los niveles de educación media superior y superior, en alumnos que deciden ingresar al mercado laboral para obtener ingresos y así contribuir a la economía familiar.

Para los menores, retomar las clases es algo que les beneficia no solo en el ámbito del aprendizaje. "Es un regreso a la normalidad, sobre todo, ir a la escuela día a día les ayuda a recuperarse", señala Skoog.

Con el objetivo de analizar el impacto de los sismos, que dejaron un total de 471 víctimas mortales, en la infancia, Unicef realizó un estudio cualitativo en los municipios de Jojutla (Morelos) y Juchitán (Oaxaca).

En el ámbito de la salud, la organización descubrió que los males más recurrentes entre los niños afectados fueron conjuntivitis y urticaria (por el polvo de los derrumbes), infecciones en las vías respiratorias por la lluvia y el frío, y diarrea y tifoidea por consumir aguas y alimentos contaminados.

Asimismo, los menores no tuvieron una nutrición adecuada, debido a que se alimentaron principalmente de los productos enlatados y ultraprocesados que les llegaron a través de las donaciones.

El abastecimiento de agua se ha restablecido, pero por daños en la infraestructura, ha bajado la cantidad que llega a los hogares.

Comparado con la respuesta de las autoridades que hubo en el terremoto de 1985 (ocurrido también un 19 de septiembre), Skoog valora que "es un enorme avance el que el país ha hecho".

En esta ocasión, hubo una "fuerte" movilización tanto por parte de los gobiernos como de la sociedad civil, pero "todavía falta" por afinar, sobre todo a la hora de "equilibrar la respuesta".

Por ejemplo, tras el primer terremoto, la ayuda se volcó en Chiapas y Oaxaca, pero cuando unos días después ocurrió el otro sismo, "toda la atención se cambió" a las zonas afectadas por el segundo.

A largo plazo, toca hacer una reflexión sobre las acciones realizadas y así "poder fortalecer la capacidad de respuesta" de cara a una futura emergencia, enfatiza Skoog.

Entre estos aspectos, destaca la importancia de que haya un sistema de información integral que ayude a focalizar las necesidades en situaciones de contingencia.

Tras los sismos de septiembre, relata el representante de Unicef, cada dependencia ofrecía unos datos diferentes -en aspectos como escuelas dañadas o vivienda-, por lo que este sistema tendría que "armonizarse" para lograr "asegurar una respuesta más adecuada".

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