Un hombre de Arizona fue sentenciado el martes a 13 meses en una prisión federal por vender balas al pistolero que desató el tiroteo masivo más mortífero en la historia moderna de Estados Unidos, matando a 58 personas en el Strip de Las Vegas el pasado 1° de octubre de 2017.
Douglas Haig, de 57 años, también fue sentenciado a tres años de libertad supervisada por su declaración de culpabilidad en noviembre pasado de fabricar municiones sin licencia, dijo Trisha Young, portavoz del fiscal federal Nicholas Trutanich.
El abogado defensor Marc Victor dijo que el juez de distrito de Estados Unidos, James Mahan, accedió a su solicitud de permitir que los funcionarios de la prisión consideren el confinamiento en el hogar de Haig debido a la pandemia de coronavirus. Está previsto que Haig se entregue a las autoridades penitenciarias en octubre.
Haig no fue acusado de un papel directo en el tiroteo, que fue realizado por un contador retirado de 64 años que disparó armas de estilo militar modificadas para disparar más rápidamente desde la ventana de su cuarto en el hotel y casino Mandalay Bay.
La policía y el FBI determinaron que Stephen Paddock planeó meticulosamente el ataque y actuó solo. Teorizaron que pudo haber buscado notoriedad, pero dijeron que nunca determinaron un motivo claro para el ataque.
Haig reconoció haber fabricado balas perforantes en un taller casero en Mesa, Arizona, y venderlas en exhibiciones de armas y en Internet. Usó el nombre comercial de Municiones Militares Especializadas. "Doug no tenía conocimiento de lo que Paddock planeaba hacer", dijo Víctor el lunes.
Las huellas digitales de Haig se encontraron en balas no disparadas en la suite del hotel de Paddock, y las municiones también tenían marcas de herramientas compatibles con el equipo de recarga de Haig, dijeron las autoridades. La dirección de Haig estaba en una caja que la policía encontró cerca del cuerpo de Paddock. Autoridades no revelaron si la munición de Haig fue utilizada durante la masacre.
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Víctor dijo que creía que Haig, como la única persona procesada después de la masacre, fue tratado con mayor severidad por los fiscales que otros aficionados a las municiones que podrían recibir advertencias de cesar y desistir por actividades similares.
Haig reconoció que no tenía licencia para desmontar, remanufacturar y recargar balas. Como delincuente convicto, ahora no puede poseer armas o municiones.
Su confesión como culpable le evitó un juicio en el que podría haber enfrentado hasta cinco años de prisión y una multa de $250,000.
Víctor argumentó durante meses que Haig no podía ser juzgado de manera justa por un jurado en Las Vegas debido a las cicatrices de trauma. Pero perdió los pedidos para desestimar el caso, moverlo a Phoenix o Reno, usar jurados de todo Nevada o hacer que el juez escuche el caso sin un jurado.